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Etelgaya; una ficción, o no

  • José María López Sánchez
  • 26 sept 2017
  • 4 Min. de lectura

La mejor definición de legado la ofreció Tywin Lannister en un memorable capítulo de la serie Juego de Tronos. El legado es aquello por lo que te recordarán.


El Gaviota, el regidor de Etegalya, también conocido como el alcalde de la plaza del pueblo, por su resistencia a moverse más allá de ese cuadrilátero imaginario y minúsculo que forman su casa de toda la vida, la iglesia, la sede y el ayuntamiento, estaba realmente preocupado por su legado.


En su imaginario se presentaría a las próximas elecciones, ejercería de regidor otra legislatura y se iría por la puerta grande, incluso unos meses antes de completar el cuatrienio para no enfangarse en otra campaña. Pero lo que le preocupaba era su legado, además del resultado de las próximas elecciones. El Gaviota no quería otra legislatura dependiendo de los mandarinos; suficientes quebraderos de cabeza le provocaban los dominicanos, los residentes en una urbanización a kilómetros del casco urbano y a años luz en el mutuo afecto, los irreductibles e insaciables chupópteros del presupuesto municipal que lastran el desarrollo del municipio.


El rubio, la ascendente figura de la política local, quería dar un golpe de mano en las próximas elecciones con la ayuda de la matriarca, la eterna, incombustible e incontenible presencia de la política en Etegalya.

El buen humor no era habitual en los últimos meses. La elaboración del presupuesto, que una vez más se demoraría hasta finales de año por las exigencias de los dominicanos y mandarinos; las batallas intestinas en la sede, que hacían mella en el suyo propio, y el calor sofocante de un verano menguante, no daban tregua.

Una llamada le cambiaría el semblante. Desde la Federación le proponían

resucitar el proyecto de campo de golf en las fincas municipales, ubicadas

entre las urbanizaciones de los ribereños y los dominicanos.

Conocidas las dificultades con las que se encontró la primera intentona, con

una oposición vecinal contundente y las sospechas de corrupción y financiación

ilegal cruzada, un proyecto que además pretendió saltarse todos los trámites

administrativos bajo la aquiescencia de la marquesa, la presidente aficionada al

golf y al golfeo, en la que el engaño no llegó lejos, hasta los tribunales de

justicia. Eso de regalar patrimonio de todos a cambio de descuentos y cursos

de golf gratis no sedujo a los vecinos de Etegalya, salvo a los que veían en el

terciopelo verde una oportunidad de revalorización de sus poco consideradas

casitas.

Las fincas municipales tienen una superficie de un millón de metros cuadrados

y son un espacio natural protegido dentro del Parque Regional del tramo medio

del Río. A pesar de la dejadez municipal y del deterioro inherente a la

incontenible presión humana, los valores naturales de las fincas permanecen

casi inalterados y con una vegetación y fauna cada vez más asentada y

abundante. Al final, como decía Ian Malcolm, el genial matemático de la saga

Parque Jurásico, la vida se abre camino. No así las instalaciones municipales,

que en diez años de abandono y desgobierno se han caído trozo a trozo.

La nueva estrategia consistía en ganar la batalla de la comunicación. Unas

cuantas voces suaves y aterciopeladas llenas de sentimiento, las más

profundas y convincentes, y de añadidura algunas jóvenes y alegres que

inviten a sumarse al envite. Imágenes de familias felices y niños con rostros de

porcelana correteando por las nuevas instalaciones, padres responsables y

bien aseados jugando al golf, madres paseando por un paraje idílico con sus

retoños más pequeños. Sugerente, cautivador, irresistible, sin aguafiestas que

hablen de encinas, fresnos, álamos, aves acuáticas, rapaces ni otro tipo de

fauna, y menos de conservar un espacio natural, el patrimonio de todos los

presentes y futuros. Si hay quien se cree que el hombre ha llegado a Marte

después de un par de películas, qué no conseguirá un vídeo profesional con

sus efectitos especiales. El arte del engaño en versión audio y visual.


Para el Gaviota la idea no le parecía nada mal, su hambruna de legado

quedaría satisfecha y las elecciones serían un paseo militar de una vuelta

alrededor de la bandera patria de su plaza de su pueblo. El impacto que la

ejecución del proyecto causaría en los ribereños, dominicanos e indecisos del

casco urbano, que lo veían como un sujeto inane sin más aspiraciones que

escapar de la sombra de la figura paterna, y el flujo monetario que reventaría la

caja fuerte de la sede para una campaña en condiciones y sin ataduras, serían

d

efinitivos.


Difícil y desigual combate. Ingenio y unión de fuerzas son las bazas de aquellos

que defienden el valor de la naturaleza por encima del valor del dinero. Está

por ver que el rubio y la matriarca sean capaces de unir en un frente común a

los que se oponen al despropósito, ser capaces de desmantelar el engaño del

Gaviota y la Federación, y transmitir con hondura a los vecinos que la

naturaleza tiene un valor incalculable en sí mismo y que los espacios naturales

son joyas del patrimonio público de los presentes y futuros.


Los vecinos no deberían mirar hacia otro lado y hacerse los distraídos o los

desinformados, ni caer en la desidia, sino responder con determinación y furia

si es preciso a esta nueva intentona de expolio.




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